Descripción
Desde tiempos atrás, durante mis largas horas de ocio, siempre me hice la misma pregunta, hasta que decidí meditar de una vez por todas. ¿Por qué los vampiros no se reflejan en el espejo? ¿O será eso posible? Y otra cuestión que no me dejaba dormir ¿Porque los vampiros odian la luz?
En un principio puedo decir que el vampiro no se refleja porque es él mismo un reflejo escapado de su superficie. O quizá sí se refleja pero desde el otro lado, desde el “interior” del espejo. Porque físicamente, el espejo es sólo superficie, superficie que engaña con la ilusión de profundidad. Símbolo eficaz de un mundo ilusorio.
Pienso que no logra verse él mismo en un espejo. Drácula para mi es un ser alógico, o mejor dicho, prelógico. No ha vuelto sobre sí, no ha reflexionado (reflexión = reflejo), no se ha visto.
El “estado del espejo” es el momento en que el sujeto toma conciencia de sí, al verse como supuestamente otros lo ven, Drácula como ente pre-especular, carece de imagen.
Según la fórmula hegeliana, todo lo real es racional, la irracionalidad del vampiro es un aspecto de su irrealidad.
De allí que su destrucción pueda operarse por medio de la luz.
La luz es una muy eficaz metáfora de la razón, la luz llega con el día y disuelve los sueños, las pesadillas, develando su irrealidad al hacer posible la configuración nítida de las cosas.
En el ámbito diurno no tiene cabida lo ambiguo, lo engañoso, lo que parece pero no es… Y cuando en medio de la noche un niño grita cogido por el pavor de una pesadilla, su madre entra, enciende la luz e ilumina con ella los rincones hasta removerlas sombras.
¿Ves, hijo? No hay nada. Nada.
Volumen que reúne quince ensayos.
Autor: Patricio Alfonso.
63 páginas. Tapa blanda.
Primera edición. Enero 2015.